HERIDOS.- El ataque en Guadalupe y Calvo que dejó heridos a la presidenta seccional de Dolores, Leonila A.I., y al párroco Lorenzo Antonio M.D., es un doloroso recordatorio del estado de abandono en el que se encuentra esta región.
CONFUSIÓN.- La confusión que presuntamente provocó el ataque, debido a que los responsables no reconocieron el vehículo del sacerdote, pone en evidencia un problema crítico: la región está bajo control de grupos armados que no solo siembran el terror, sino que ni siquiera conocen a los habitantes que pretenden dominar.
INDIGNANT.- Resulta indignante que, a pesar de la tensión y los desplazamientos forzados que han caracterizado a esta zona, el gobierno no haya implementado estrategias reales para proteger a las comunidades.
REFLEJO- Este ataque no es un hecho aislado, sino un reflejo de la inseguridad que impera en muchas partes del país donde los grupos delictivos han sustituido a las autoridades y han establecido sus propias reglas.
VALENTÍA.- La valentía de la presidenta y el párroco, quienes se aventuraron a llevar ayuda a las personas desplazadas, es encomiable, pero también alarmante. En un entorno donde cualquier movimiento es interpretado como sospechoso por los grupos armados, el riesgo que enfrentan los representantes del gobierno y de la iglesia es inmenso. Este suceso debería encender todas las alarmas en los niveles más altos de las instituciones responsables de la seguridad pública.
PRESENCIA.- Es imperativo que la Base de Operaciones Interinstitucional, en lugar de limitarse a emitir advertencias sobre los riesgos de viajar, tome acciones contundentes para garantizar la seguridad en la región.
OPERATIVO.- La preparación de un operativo especial por parte de la 42 Zona Militar es un primer paso, pero debe ir acompañado de un despliegue permanente que devuelva la tranquilidad a las comunidades.
INVESTIGACIONES.- Las autoridades deben esclarecer si el ataque fue un error o si hay una estrategia más amplia de hostigamiento hacia quienes intentan reconstruir el tejido social. El posible uso de drones en este ataque abre preguntas sobre la sofisticación de los grupos armados y la urgencia de que el Estado invierta en tecnología para contrarrestarlos.
INDIFERENCIA.- La población de Guadalupe y Calvo no puede seguir siendo rehén de la indiferencia de las autoridades y de la violencia de los grupos delictivos. Cada minuto que pasa sin una intervención efectiva representa más vidas en riesgo, más comunidades desplazadas y más familias destrozadas.
ESPERANZA. – El ataque a la presidenta y al párroco no solo es un atentado contra dos personas valientes, sino contra la esperanza misma de que esta región pueda recuperar la paz. Es hora de que las palabras se conviertan en hechos y que el gobierno asuma su responsabilidad de proteger a los ciudadanos. Las estrategias deben ser inmediatas, contundentes y permanentes. Guadalupe y Calvo lo exige y lo merece.
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