En un giro inesperado de los acontecimientos, un establecimiento de peluquería canina en Parral ha anunciado su cierre definitivo después de ser objeto de una intensa campaña en redes sociales. Este negocio, que operó durante más de 20 años, se vio envuelto en la controversia tras la viralización de un video que muestra a un empleado golpeando a un perro. La indignación pública se disparó, especialmente en el contexto de la reciente muerte de un veterinario en CDMX, lo que avivó la rabia hacia los casos de maltrato animal.
El video, que se propagó rápidamente, generó un torrente de críticas y llamados a boicotear el establecimiento. La presión social fue tal que los propietarios decidieron cerrar el negocio, alegando que no podían continuar operando bajo el constante bombardeo de ataques en redes sociales.
La situación plantea un dilema sobre el papel de las plataformas digitales en la justicia social. Mientras muchos defienden la necesidad de responsabilizar a quienes cometen actos de violencia contra los animales, otros cuestionan si la cancelación de un negocio familiar es la respuesta adecuada. Los empleados y miembros de la comunidad se encuentran ahora en una situación precaria, ya que el cierre del local afectará a varias familias que dependían de este ingreso.
La decisión de cerrar ha abierto un debate sobre la efectividad de las redes sociales como herramienta de cambio y la necesidad de encontrar un equilibrio entre la justicia y la compasión. Con el cierre de este negocio, muchos se preguntan cuáles son las verdaderas soluciones para abordar el maltrato animal y cómo se pueden fomentar cambios positivos sin recurrir a la destrucción de medios de vida.
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